viernes, 11 de septiembre de 2009

Los Tentáculos de Hokusai

Tenía cuarenta años de abstinencia. Sus pliegues se habían ampliado, las manchas ya eran un cuerpo. Con el tiempo, sus curvas de turmalina se fueron desvaneciendo, como todo el resto de su ser. Pensaba que ya era tarde, que nunca iba a conocer eso de lo que todos saben y nadie habla.

Todas las tardes recorría los campos de lavanda. Allí donde los recolectores pasan sus tardes trabajando. Con su andar apechugado disimula el goce que experimenta al mirarlos.

Una abeja se posó en uno de sus pechos y con una sensualidad mortal clavó su aguijón. Sus cuarenta años largaron un gemido placentero. Ella imaginaba que así era como se sentía. Los recolectores la miraron. Era la primera vez y ella se sonrojó hasta la médula. Percibía como todos sus sentidos, todas sus arrugas cambiaban de color. Imaginó que también así era como se sentía.

Decidió irse, muchas sensaciones en un día. Tenía que sacarse el aguijón antes que se pudra agregándole una roncha más a su cuerpo de manchas.

Un recolector la seguía de cerca, el grito de dolor le había recordado de su sequía. Necesitaba agua, necesitaba hidratarse.

A la sombra de la higuera la tomó del brazo.

- Agua, necesito que me des agua.

- No tengo agua, estoy reseca -. Respondió ella con un nudo en la garganta. Eran las primeras palabras que decía después de muchos años, casi cuarenta.

La sombra y la higuera los envolvían sin descanso, como los tentáculos de Hokusai. Sus ojos hacían contacto y sus extremidades comenzaron a enredarse. Prendas de tela cubrían los suelos. Como una epifanía, un cuerpo de turmalina reapareció. El recolector se quedo ciego. Ya no veía, no importaba, no necesitaba de la vista, el tacto lo era todo. La sed saciada lo convertía en el ser más ambicioso. Clavó sus uñas en la clavícula de mineral. El olor de la spica relucía por el sudor.

La mujer se convirtió en un híbrido de lavandas y minerales. El recolector reconocía cada parte con sus gastadas yemas. La corola de la mujer con el labio superior recto, erguido y envuelto por dos lóbulos carnosos se hundió en la tierra. En un intento desesperado el recolector, transformado en abeja, polinizó la flor con furia para fertilizar el estigma. Todo el magma atrapado salió a la superficie en un estampido de voluptuosidades.

Y ella pensó, es así como se sentía. Ya no le quedaban ni los cuarenta años de abstinencia.

babia. 09

fAnTaSíA y ReAlIdAd

Me encontré haciendo mis necesidades, para no ser burdo, en medio de la nada, con un sombrero y dos naranjas ¿o con dos sombreros y una naranja? No recuerdo la disposición de los objetos. Pasó un bebé con una mujer en brazos, ¿así fue? Me acuerdo el llanto desconsolado de la mujer y los gritos desesperados del bebé. Yo estaba inmóvil, sólo me dedicaba a pelar el sombrero y evitar que se me caiga la naranja de la cabeza. El granizo se elevaba de la tierra seca, por lo que mis ampollas comenzaron a arderme, de suerte llevaba conmigo insecticida, me rocié en la cara y en el cuerpo, los pies ya no los tenía. Dentro del sombrero había una raqueta, ese día Dios estaba junto a mí, rápidamente puse todos mis esfuerzos en devolver cada bolita de granizo a la tierra. Me sentí extraño, mi alma se hamacaba en una hamaca color roja. Pero en un movimiento perfecto, rápido cuando subía, y se detenía en lo más alto que podía llegar, para volver a caer hacia atrás rápidamente. Mientras yo disfrutaba de cómo mi alma volaba como lo hacen los cuerpos terrenales, me enamoré. Una figura sofisticada, peluda y suave, pasó por delante mío coqueteándome. Era una bella perrita la cual corrió cuando me acerqué a acariciarla. Corrió y corrió, yo detrás de ella, y mi alma esquivando los charcos de barro, o de caca, intentaba entrar en mí. Fui yo quién entró en la perrita, no recuerdo cómo pasó, pero me encontré oliéndome la cola, mientras me la olía otro compañero buldog o pastor, qué sé yo…Nos hablaban en francés señoras gordas “Mais toi, est-ce que tu es très belle!” “Tu me rappelles à mon petit fils” Alors j’ai commencé à parler en français. Je ne me rappelle pas comme est-ce qui s’est passé. Mi pensamiento volvió al español cuando me alejé de las gordas, perdón, de las señoras gordas. El andén se rebalsó de trenes, dos pasaban al mismo tiempo, y éstos muy originales habían sustituido el famoso “quetrénquetrén-quetrénquetrén” por “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos, perfume de naranjo en flor…” Yo ya había salido del cuerpo de esa hermosa perrita, pero algo me llevaba a correr y gritarle al tren. Tanta intensidad tenía mi grito que mi campanilla se estiró, salió de mi boca dejándose ser una serpentina, que se tiñó de colores por una lluvia de bombas de pintura que justo en ese momento brotaban de una nube situada encima de mí. Vi un camaleón, una serpiente y un espejo. Me vi creativo, me vi excesivo, me vi con el cepillo, vi mis dientes limpios y me fui.
Mujer M. 09

jueves, 10 de septiembre de 2009

Porno II

Una cruza de fósil y hombre de facciones duras o blandas. Él te excita cuando habla. Muestra sus pieles para obnubilarte. Tus sueños con él son caldosos, esponjosos. Mezclan sus dedos y tu cuerpo se agita. Se agita tanto que te transforma en vibración.


Una cruza de hembra y talco de cuerpo trémulo. Ella calma tus calores. Desliza su figura sobre la seda para torturarte. Tus sesos piensan en instintos, tu miembro se alza en su nombre. Su ombligo, absorbe las últimas gotas para luego volcarlas al recomenzar. Su boca balbucea palabras pastosas. Palabras perversas que te hacen volver a empezar. Tu rodilla se clava contra el colchón pidiendo redención. Pero ella tiene más.


Sus pieles sudadas comparten la misma botella para regenerarse una y otra vez.


babia. 09

lunes, 7 de septiembre de 2009

Porno

Un labio rojo. Rojo y gigante ese labio.

Balbucea, escupe verborragicamente líneas de colores.

Una lengua colorada. Colorada y gomosa esa lengua.

Relame y se muestra suavemente.

Un cuello rosa. Rosa y grueso ese cuello.

Se deja mirar tímidamente.

Un hombro trigo. Trigo y fornido ese hombro.

Te permite imaginar inspiradamente.

Unas manos sepia. Sepia y estilizadas esas manos.

Acarician, masajean ásperamente.

Un pecho claro. Claro y peludo ese pecho.

Te incita, te ruega lentamente.

Un ombligo oscuro. Oscuro y profundo ese ombligo.

Se ríe y disfruta graciosamente.

Una pelvis sombría. Sombría y misteriosa esa pelvis.

Vibra y te lleva sensualmente.

Un cuerpo multicolor. Lleno de matices.

Abre las cortinas del éxtasis.


babia. 09