lunes, 28 de diciembre de 2009

. iluminaciones .

Realidades paralelas decía, nadie contestaba.
El eco yacía perdido en un alta montaña.
Mujeres alumbradas en una noche en que las velas no dejan arrastrarse por el viento.
Son las espectadoras, las actrices de una fotonovela posmoderna.

Mujer M. méxico.
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Cruzando las vías yo llegaré lejos.
pipipipipipi sarasa invisible...son para mi.
Vamos mi cariño ya no llores más, yo por ti bajaría el sol y me hundiría en el mar.

Estallaron las risas en el club de la no luz. Vidas brillantes, entorno oscuro.
Sólo un ínfimo resplandor de flashes intermitentes nos permitía disfrutar de esas risas de hiena.
Regocijarnos en el piso sucio. Todo por el aire de humo que las rodeaba.
flash
click

babi. méxico.
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(leer en tono de relator de lucha libre)
Ta-pum; ta-pum; ta-pum; ta-¡¡¡PUM!!!
Ganadorrrrrrrr, victorioso,
por siempre, para siemmpre el mejor por sobre otros,
alejado sin mezclarse.
¡¡¡Pionero, el único!!!
Primero que cualquiera. ¡¡¡¡EL ORGULLO!!!!

En mayúsculas formando una palabra terrenal, viva, y carnívora.

Mujer M. méxico.
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- Los trabas se pasean en el trolebus. Paradójico, ¿No? TROLE-BUS, por el trole, ¿Entendés?
- Las medias las tenés corridas y el rouge también, me das asco. ¡Sos tan, pero tan petera que das asco!
[En el fondo de la moneda hay dos caras hablando incongruencias]
- Correte, me estás pinchando la nariz.
- ¡Por mentirosa!
- ¡No querido...eso nunca! Los trabas como yo viajaremos en trolebus pero no mentimos.
[En una pared hay dos caras que gritan]
- Eso es verdad. Los trabas no mentimos, ni haciendo un pete. ¡EH!¡Estás pasando a mi territorio y me das sombra!
- ¡MIRÁ, será por tus pelos que me pinchan!
[En el fondo del caldo hay dos caras que se mueven]
- ¡Pará de bailarrrrrr!
- ¡El ritmo va conmigo y me envidiáss!
[En el lienzo, dos caras se desdibujan]
- ahmmnn
- mmnmnmnnn

babi. méxico.
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La contiguidad de cierta sombra declara delitos.
fffffffff se esfuma...fuma...ma...aaa...
Queda la línea, no hay nada.
Fantasías, evoluciones, deseos, finales.
Para cada sombra de cada individuo...

Mujer M. méxico.

lunes, 21 de diciembre de 2009

El ladrón de recuerdos

a las mismas dos...


Un instante, un segundo, un minuto, un lapso de tiempo sin tiempo. Una brisa, un viento, una gota, una hoja, dos hojas, un árbol o un arbusto. Ellas tres sentadas gozando de eso sin explicación, tan suyo, tan de nadie.

¡Eh! ¡No leas! Es de ellas, ¡se los estas robando! Bueno, total no vas a entenderlo. Solo ellas saben y sabrán siempre. Jamás, como ningún recuerdo ajeno vas a poder experimentarlo. Ni vos, ni yo, ni ellos, ni aquellos.

Tres instantes unidos en uno mismo. Cada uno diferente e igual. Tres segundos, tres minutos, tres vidas, una vida.

Allí estaba esa foto tan bonita y nadie para retratarla. Espectacular era ver aquello tan simple, tan complejo. Tres pares de pies se regocijaban en el verde pasto. Tres cuerpos inmóviles saboreaban el aire fresco. Seis manos, sesenta dedos de los cuales cada nervio inspiraba ese que se yo.

Así transcurría el tiempo sin horas. Y transcurriría luego como un vivaz recuerdo. Por lo menos así me imaginó todo yo.


babia 09.


martes, 15 de diciembre de 2009

Mexico

a dos pibas


Las tres pibas se iban de viaje. Un solo plan. Diez de enero al mediodía en Tenotchitlan. Abrazos, besos y una despedida que anhela el reencuentro.

Se fueron volando bajito y soñando alto. Pasaportes, pasajes, aviones, aeropuertos, oídos tapados, culos cuadrados, auto y cama.

Pisaron fuerte el suelo chilango.

Las calles de la babilonia por descubrir atestadas de sonidos extraños.

Un bar, perdido por la gran ciudad. Sombras, risas, tequilas. En un rincón un nuevo personaje aparece.

Capaz cambien los planes, pero las tres pibas se van.


babia. 09

lunes, 7 de diciembre de 2009



un mal tributo a liniers..

babia. 09

domingo, 22 de noviembre de 2009

Ya escribieron sobre mí

Había resuelto no sonreír nunca más. Demasiadas palabras sin contraste. El botox era una solución. Pero para ser fiel a sus valores, la decisión de no gesticular era mucho mejor.

Caminó hasta el rincón donde guardaba su cuaderno, sacó la lapicera del bolsillo, tres clics’s y escribió:

¡Qué ridícula la falsa felicidad!

El rostro estático demuestra el luto frente al mundo.

Apretones de manos, abrazos, roces, besos, risas, lágrimas; ¡todas ellas manifestaciones del ser incompleto!

Pasaba tardes enteras aburriéndose frente al cuaderno de tapas de cuero. Observaba los pliegues del estampado, los recorría hasta formar la figura de una llama sonriente. Totalmente ridículo, le daba más bronca.

- ¿Una llama que sonríe? ¡Están todos locos! -. Gritaba desesperanzado.

Se sentía el personaje de tantos libros. Siempre comentaba que todos los escritores sombríos habían escrito sobre él. Pero, a su criterio, ninguno había encontrado el final perfecto.

- Al parecer tengo dos soluciones. Encontrar el teatro solo para locos o intentar suicidarme y tener un sueño flashero que me muestre la posibilidad un mundo amoroso. Mi personaje casi nunca termina en el suicidio. Por más que lo intente, siempre encuentra la risa. Los finales felices nunca me gustaron, soy un ermitaño de pura sepa.

Las tardes de lluvia, como es de esperar, eran sus favoritas. Sin escaparnos de los clichés, el ermitaño salía a caminar con su tapado gris bajo el agua, siempre en busca del fantástico final que revolucionaría la literatura de su vida. En esos recorridos por la cuidad visitaba lugares insólitos para inspirarse.

Una vuelta entró a un teatro revisteril. Se lo ocurrió que para darle un toque espectacular a su final podría convertirse en diva. Otra vez, decidió hacerse titiritero de un teatro under. Un mes trabajó en un restaurante de comida rápida. Barajó la opción de dejarse consumir por el sistema y no parar nunca de comprar pelotudeces inservibles. Ningún final lo convencía.

Cruzaba las vías del tren con los ojos cerrados, para sentir en un momento una ansiedad que lo ilumine, pero nada sucedía. Estaba bloqueado, con razón nadie había encontrado el episodio con cual terminar su vida.

- Simplemente no existe. Me dijo la última vez que lo vi.


babia. 09

jueves, 19 de noviembre de 2009

CírculO

En un intento desesperado el Círculo se apretó bien fuerte. En el mundo de las figuras geométricas era imposible dejar de ser lo que se es.

Estaba cansado de tantas condiciones e imposiciones.

- Quiero ser un rombo. Decía un día.

- Quiero ser un cuadrado. No, un…

Decía al otro día cuando se interrumpió a si mismo. Mágica solución había encontrado.

- Infinito seré.

Se subió a la cima más alta, tomó carrera y se lanzó. Rebotaba doloridamente por doquier. Hasta que al llegar al final, los puntos que lo componían cedieron.

Una cinta de Moebius fue, una curva infinita. Por un segundo y para siempre.



babia. 09

sábado, 14 de noviembre de 2009

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El momento de huir había llegado. Las dos sombras se escurrían entre los muros como pequeños destellos. El sudor, la adrenalina, se abrían paso entre las carnes. En un momento, en un instante, todo paró. Dos personas mudas parecían arrepentirse. Cuatro esferas blancas se miraban, de iris a iris. El mundo se apagó. Todas las bocas callaron. Los dedos dejaron de golpear la mesa.

Se sentaron en la única esquina iluminada para verse las facciones. Las yemas de los dedos buscaban la piel del otro en un intento de quedarse pegados por siempre. Suaves cosquilleos que debían terminar.

- Ha llegado el momento.

- Ha llegado el momento. Respondió la otra voz.

Una sombra recorría las baldosas. Otra sombra caminaba el pasto. Direcciones opuestas de una misma recta.


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babia. 09

miércoles, 28 de octubre de 2009

La inútil historia de...

a mi lulei..

El sol entraba por la ventana redonda de madera. El tipito de cartón soñaba conseguir una novia de lija que puliera las astillas de aquel temible ojo de buey. A esas horas de la tarde, con el efecto de la luz, esos piquitos de madera resaltaban de una manera desagradable.

Al tipito de cartón nunca le gustó eso de la luz, la sombra y los efectos de no sé qué.
- Eso de las longitudes de onda no me entra en mi mente acartonada. Decía cada vez que alguien admiraba un atardecer.
Después de varios años llego a la conclusión de que su odio hacia eso que todo el mundo admiraba era por las astillas de la ventana. Esas asquerosas y pinchosas cositas que le remitían a su pasado como decoración de un cuarto de una nena de pocos años.
Si volvemos el tiempo atrás podemos disfrutar de una historia completamente aburrida y sin sentido. Pequitas era una nena de seis años cuando estaba aprendiendo a usar las tijeras. La gente grande le daba papelitos y cartones con líneas punteadas que ella tenia que seguir con ese maravilloso instrumento que hace de algo, otra cosa. Pasaba largos momentos de su corta vida haciendo basura inservible que le brindaba un conocimiento motriz, que podríamos calificar también como inservible. Entre ese ir y venir filoso nació el tipito de cartón. No vale la pena describirlo. Es fácil imaginar un cartón cortado por una nena de seis años.
Pequitas, que pretendía ser Dios, no se conformó tan solo con haber creado una vida sino que también, se dio el lujo de ponerle un nombre, del cual no tenemos registro. La gente grande le preguntó:
-Pequitas, ¿Cómo se llama el hombrecito?
La respuesta inaudible, provocó risas de ternura y caras de entendimiento. Pero a decir verdad, nunca nadie la entendió. El nombre de este misterioso ser quedó en el penumbroso recuerdo de una niña con pecas.
En ese juego de poder divino, la niña decidió colgar a este nuevo personaje de una de las tantas astillas de la ventana redonda.
Volviendo el tiempo adelante. Nuestro ser de cartón quería una novia de lija para limar las asperezas del pasado.
Como es de suponer en una existencia tan idiota como la de un tipito marrón y mal cortado, la novia nunca apareció. Había llegado el momento que Pequitas aprenda a reciclar para hacer de este mundo uno mejor.


babia. 27.10.09

viernes, 11 de septiembre de 2009

Los Tentáculos de Hokusai

Tenía cuarenta años de abstinencia. Sus pliegues se habían ampliado, las manchas ya eran un cuerpo. Con el tiempo, sus curvas de turmalina se fueron desvaneciendo, como todo el resto de su ser. Pensaba que ya era tarde, que nunca iba a conocer eso de lo que todos saben y nadie habla.

Todas las tardes recorría los campos de lavanda. Allí donde los recolectores pasan sus tardes trabajando. Con su andar apechugado disimula el goce que experimenta al mirarlos.

Una abeja se posó en uno de sus pechos y con una sensualidad mortal clavó su aguijón. Sus cuarenta años largaron un gemido placentero. Ella imaginaba que así era como se sentía. Los recolectores la miraron. Era la primera vez y ella se sonrojó hasta la médula. Percibía como todos sus sentidos, todas sus arrugas cambiaban de color. Imaginó que también así era como se sentía.

Decidió irse, muchas sensaciones en un día. Tenía que sacarse el aguijón antes que se pudra agregándole una roncha más a su cuerpo de manchas.

Un recolector la seguía de cerca, el grito de dolor le había recordado de su sequía. Necesitaba agua, necesitaba hidratarse.

A la sombra de la higuera la tomó del brazo.

- Agua, necesito que me des agua.

- No tengo agua, estoy reseca -. Respondió ella con un nudo en la garganta. Eran las primeras palabras que decía después de muchos años, casi cuarenta.

La sombra y la higuera los envolvían sin descanso, como los tentáculos de Hokusai. Sus ojos hacían contacto y sus extremidades comenzaron a enredarse. Prendas de tela cubrían los suelos. Como una epifanía, un cuerpo de turmalina reapareció. El recolector se quedo ciego. Ya no veía, no importaba, no necesitaba de la vista, el tacto lo era todo. La sed saciada lo convertía en el ser más ambicioso. Clavó sus uñas en la clavícula de mineral. El olor de la spica relucía por el sudor.

La mujer se convirtió en un híbrido de lavandas y minerales. El recolector reconocía cada parte con sus gastadas yemas. La corola de la mujer con el labio superior recto, erguido y envuelto por dos lóbulos carnosos se hundió en la tierra. En un intento desesperado el recolector, transformado en abeja, polinizó la flor con furia para fertilizar el estigma. Todo el magma atrapado salió a la superficie en un estampido de voluptuosidades.

Y ella pensó, es así como se sentía. Ya no le quedaban ni los cuarenta años de abstinencia.

babia. 09

fAnTaSíA y ReAlIdAd

Me encontré haciendo mis necesidades, para no ser burdo, en medio de la nada, con un sombrero y dos naranjas ¿o con dos sombreros y una naranja? No recuerdo la disposición de los objetos. Pasó un bebé con una mujer en brazos, ¿así fue? Me acuerdo el llanto desconsolado de la mujer y los gritos desesperados del bebé. Yo estaba inmóvil, sólo me dedicaba a pelar el sombrero y evitar que se me caiga la naranja de la cabeza. El granizo se elevaba de la tierra seca, por lo que mis ampollas comenzaron a arderme, de suerte llevaba conmigo insecticida, me rocié en la cara y en el cuerpo, los pies ya no los tenía. Dentro del sombrero había una raqueta, ese día Dios estaba junto a mí, rápidamente puse todos mis esfuerzos en devolver cada bolita de granizo a la tierra. Me sentí extraño, mi alma se hamacaba en una hamaca color roja. Pero en un movimiento perfecto, rápido cuando subía, y se detenía en lo más alto que podía llegar, para volver a caer hacia atrás rápidamente. Mientras yo disfrutaba de cómo mi alma volaba como lo hacen los cuerpos terrenales, me enamoré. Una figura sofisticada, peluda y suave, pasó por delante mío coqueteándome. Era una bella perrita la cual corrió cuando me acerqué a acariciarla. Corrió y corrió, yo detrás de ella, y mi alma esquivando los charcos de barro, o de caca, intentaba entrar en mí. Fui yo quién entró en la perrita, no recuerdo cómo pasó, pero me encontré oliéndome la cola, mientras me la olía otro compañero buldog o pastor, qué sé yo…Nos hablaban en francés señoras gordas “Mais toi, est-ce que tu es très belle!” “Tu me rappelles à mon petit fils” Alors j’ai commencé à parler en français. Je ne me rappelle pas comme est-ce qui s’est passé. Mi pensamiento volvió al español cuando me alejé de las gordas, perdón, de las señoras gordas. El andén se rebalsó de trenes, dos pasaban al mismo tiempo, y éstos muy originales habían sustituido el famoso “quetrénquetrén-quetrénquetrén” por “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos, perfume de naranjo en flor…” Yo ya había salido del cuerpo de esa hermosa perrita, pero algo me llevaba a correr y gritarle al tren. Tanta intensidad tenía mi grito que mi campanilla se estiró, salió de mi boca dejándose ser una serpentina, que se tiñó de colores por una lluvia de bombas de pintura que justo en ese momento brotaban de una nube situada encima de mí. Vi un camaleón, una serpiente y un espejo. Me vi creativo, me vi excesivo, me vi con el cepillo, vi mis dientes limpios y me fui.
Mujer M. 09

jueves, 10 de septiembre de 2009

Porno II

Una cruza de fósil y hombre de facciones duras o blandas. Él te excita cuando habla. Muestra sus pieles para obnubilarte. Tus sueños con él son caldosos, esponjosos. Mezclan sus dedos y tu cuerpo se agita. Se agita tanto que te transforma en vibración.


Una cruza de hembra y talco de cuerpo trémulo. Ella calma tus calores. Desliza su figura sobre la seda para torturarte. Tus sesos piensan en instintos, tu miembro se alza en su nombre. Su ombligo, absorbe las últimas gotas para luego volcarlas al recomenzar. Su boca balbucea palabras pastosas. Palabras perversas que te hacen volver a empezar. Tu rodilla se clava contra el colchón pidiendo redención. Pero ella tiene más.


Sus pieles sudadas comparten la misma botella para regenerarse una y otra vez.


babia. 09

lunes, 7 de septiembre de 2009

Porno

Un labio rojo. Rojo y gigante ese labio.

Balbucea, escupe verborragicamente líneas de colores.

Una lengua colorada. Colorada y gomosa esa lengua.

Relame y se muestra suavemente.

Un cuello rosa. Rosa y grueso ese cuello.

Se deja mirar tímidamente.

Un hombro trigo. Trigo y fornido ese hombro.

Te permite imaginar inspiradamente.

Unas manos sepia. Sepia y estilizadas esas manos.

Acarician, masajean ásperamente.

Un pecho claro. Claro y peludo ese pecho.

Te incita, te ruega lentamente.

Un ombligo oscuro. Oscuro y profundo ese ombligo.

Se ríe y disfruta graciosamente.

Una pelvis sombría. Sombría y misteriosa esa pelvis.

Vibra y te lleva sensualmente.

Un cuerpo multicolor. Lleno de matices.

Abre las cortinas del éxtasis.


babia. 09

jueves, 27 de agosto de 2009

Andy

He visto a la niña sin rostro. Tiene botitas rojas, saco azul y cabellos blancos de raíces negras. Su cuerpo, pequeño y lechoso. Su esencia, casi transparente, como preparándose para desaparecer en cualquier momento.

- ¿Y tu rostro?

¡Qué experiencia! Mi compañero francés diría << bizarre mon amie >>. Palabras e imágenes penetraban en mi medula, luego al inconciente, de ahí a mis oídos y pupilas. Veía, escuchaba su respuesta claramente.

- Quédate en mi casa Andy, ¿Te puedo decir Andy?

Asintió con su pequeña cabeza sin rostro.

Se quedó en casa por casi un año hasta que desapareció sin dejar rastro.

La niña, Andy, era fácil de mantener. Sí, son los beneficios de no tener rostro. No comía ni tomaba, no necesitaba más que una cama. Y lo mejor, no hablaba. Era buena receptora, se manejaba con su mente para todo.

Los días de sol le gustaba que la lleve al parque. Teníamos conversaciones eternas, hasta cuando no estábamos juntos.

Las imágenes y sonidos que transmitía a mi cabeza no tienen descripción. Lo único que puedo decirles con burdas palabras en un papel es lo que me dijo un día de lluvia.

-No tengo rostro porque no lo necesito. El día que quiera te pido que me hagas uno.

Ese pequeño pedazo de conversación inició una cadena causal sin retorno.

Estaba por cumplirse un año de la llegada de Andy. Me encerré durante semanas en el taller para hacerle su regalo. Un rostro perfecto. Lo que más me costo fue encontrar el color, ese color de galletita de leche.

Llegado el momento le di su regalo. ¡Qué estúpido!

Lo abrió, lo tocó con sus manitos, se metió bien adentro mío y me dijo:

-No entendiste nada.

Y así era, no había entendido nada.

Tras ese torbellino de furias y calmas ella desapareció. Vacilé, no sabía que hacer. Me acosté en su cama y bien despacito llevé mis manos a la cara. Me saqué el rostro, como despegando el plástico que cubre las pantallas de algunos aparatos electrónicos.

Me llaman Andrés ahora, Andy para los amigos.


babia. 09

miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuando la muerte se hizo humanidad

Se oían los latidos pumb… pumb… pumb… No paraban pumb… pumb… pumb… Cada vez más rápido pumbpumbpumbpumb… Frenaron…………….. Sobrevoló un ave a aquella tribu, acarició una ventisca todos sus rostros. Se sintieron acompañados. Agradecimientos, fotos, momentos, anécdotas, palabras, caricias, borracheras, besos hicieron escala en sus cuerpos. Brotaron en lágrimas que formaron un aguacero. Alguna vez luego del diluvio salió el sol.

Espero que en el estés, que desde ahí me veas, y me esperes.

Mujer M. 09

miércoles, 12 de agosto de 2009

Народ*

En honor a su presencia, el séquito de mujeres, embriagado de locura, sacó a relucir sus coballos andaluces.
Las calles de arena ahora tapizadas de felpa eran incaminables.
Entre todo el revuelo un granito de arena se posó en la pupila del honorado, dejándolo ciego de un ojo. Ahora lo inmolaron por santo, los coballos andaluces quedaban cortos para la nueva divinidad.
- ¡Sacrificio! - Gritaron los hombres de la tarima.
- ¡Sacrificio! - Respondió el séquito de mujeres.
Se miraron a los ojos. Miles de miradas se enredaron y cayeron al piso. El momento rojo había llegado.
Las calles de arena y felpa ahora tapizadas de colores sangre.
El honorado, ciego, santo, divino, sacó una moneda del bolsillo y sin importarle su destino final, la lanzó al aire, dejando ciega a una mujer del séquito.
- ¡Nueva diosa! - Gritaron los hombres de la tarima.
- ¡Nueva diosa! - Respondió el séquito de mujeres. Todas menos una, la víctima de la moneda, que moría desangrada.

Mañana sería un nuevo día. ¡A guardar los coballos andaluces!

* Ciudad, pueblo.

babia. o9

martes, 11 de agosto de 2009

ojo x ojo - diente x diente

Dos caras peleaban por el campeonato mundial. Una con rasgos duros y un corte de pelo militar miraba su contrincante con rudeza. La otra con una dominante expresión de diversión, levantando un costado del labio, sacudía su nariz de modo provocador. Se agitó el público cuando la primera hizo rodar su ojo por el rin. La segunda, consecuente, le quitó el suyo e inmediatamente de un orejazo, cayó la paleta de la otra golpeando el piso en una fuerte caída. La cara militar observó su diente, rozó su dentadura con la lengua, y con la fuerza de toda su cara se dirigió hacia el colmillo de su rival...
...ojo por ojo, diente por diente.
Mujer M. 09

domingo, 9 de agosto de 2009

¿Dónde está Wally?


un infiltrado en el feca literario..


Foto: la interness

lAs CaBEzAs dE mUñeCo.

Las cabezas de muñeco colgaban por todos lados. El Mister estaba aburrido y las contó, cincuenta y nueve había, ni una más ni una menos. ¿De dónde mierda habían salido esas cosas? El Mister no se inmutaba, lo aburrían enormemente y sin embargo no podía dejar de contarlas una y otra vez.

- Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve.

- Uno, dos, tres, cuarto, cinco, seis, siete…. cuarenta…. cincuenta…. cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve.

Buscaba, sin ningún apuro, en su memoria ese número. Cuando estaba por dar en la tecla volvía a contar.

Tediosa tarea la del Mister, lo abstraía por completo. Pobre, pobre Mister, nunca nadie le dijo feliz cumpleaños. Por dos palabras mudas, que nunca se dejaron oír, quedó suspendido en el inmarchitable contar.

- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… veinte… treinta… cuarenta… cincuenta, cincuenta y uno… cincuenta y ocho… cincuenta y nueve cabezas de muñeco.


Uno, dos, tres, cuatro… cincuenta y nueve cabezas de muñeco.

Uno, dos, tres… cincuenta y nueve cabezas de muñeco.

Uno, dos… y nueve cabezas de muñeco.

Uno… cabezas de muñeco.

…. muñeco.



Bc. 09'

viernes, 31 de julio de 2009

Cabezas abiertas

El andar del colectivo mostraba un largometraje de historias inconclusas, que obligaban a la joven completarlas con fantasías. La irrupción de un flaco con la mecanizada frase “uno veinte, por favor” la distrajo. Colocó una moneda de un peso, y luego dos de diez centavos. Instantáneamente la máquina devolvió todas las monedas, obligandolo a repetir la anterior escena. La chica ya había estudiado sus zapatillas, la caída de su pantalón y la tan excéntrica boina que él llevaba. El observó su alrededor para divisar un asiento vacío, se topó con la mirada de ella y se sentó a su lado. Ella apartó su mirada de la de él cuando ambas se encontraron. Desplazándola hacia la ventana, sólo al vidrio, sin penetrar en el trasfondo. El la miraba sin vergüenzas de ser descubierto, más bien queriendo transmitir por sus ojos la certeza de querer conocerla. En un intento fallido de disimulo, la chica volteó su cabeza para el lado donde él estaba, sosteniendo una mirada perdida más allá del muchacho. En sólo dos paradas, él, en una actitud decidida y segura, dijo: “Sos muy linda.” Ella un tanto sonrojada, pero sonriente, bajó su mirada aceptando con ese gesto el piropo.


Así comenzaba una amena charla de presentación entre dos extraños que querían conocerse. Sin miedos impuestos, se dejaban llevar por el colectivo. Una historia así no puede más que finalizar con un sonido. Un estruendoso timbre que sustituye el punto final de una nueva fantasía.

Mujer M.09

Allá Tiempo y Hace Lejos
























El ruido de las bocas secas no la dejaban hilar finito.
Abrió la puerta y se tomó el palo.
Sacudió el polvo de las agujas. Tejió tres bufandas y un gorro llenos de agujeritos. Eso de hilar finito no era su fuerte, siempre se comía uno que otro punto.
Volvió porque extrañaba el ruido de las bocas secas. Abandonó las agujas y se puso con orgullo el gorro y las tres bufandas. Se cagó de frío.


Bc. o9

Foto: "Fin" por maRadentro

sábado, 6 de junio de 2009

Epígrafes


La Realidad


La mujer en su cuerpo yacía perfectamente encastrada, recorría por su brazo el deseo de ya nunca desligarse, de sentir un roce incómodo y satisfactorio, mientras los momentos felices de su vida acontecían. Pero su plena conciencia la atormentaba, le imponía límites en su ya desesperanzadora utopía. Con desgano desechaba su ilusión, y volvía a sentir como en varios puntos de su espalda la tierra le picaba, las hormigas seguían laburando sin vislumbrar la molestia que a ella le significaban. Pero ella dejaba todo como estaba, poco tiempo faltaba para añorar con todo su pecho la tierra, las hormigas y la picazón. Su rostro permanecía inmóvil, un pensamiento lo perturbaba, su única parte alejada de la escena. Mostrando ser una MUJER, sus expresiones, cansaban su cara con las mismas bifurcaciones, comunicaban los mismos mensajes, y lo despreciaban a él mientras todo su cuerpo lo amaba.
En una influencia recíproca, ambos se encuentran conectados, en una pelea para modificar al otro. El egoísmo siempre aparece primero en toda escena, y la comprensión es anhelada en su ausencia. ¿Qué dolor es el mayor? ¿Hay un dolor mayor? ¿Quién o quiénes deberían entender? La escena se revierte por un segundo, pero esa imaginaria disposición es pasajera.
Él traía consigo un cuento, donde nada terrestre existía, donde el sol siempre era otoñal, el piso, la cama, y las compañías precisas.


Mujer M. 09


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El viento los choca, y ellos se ensamblan, sus cuerpos se unen. No controlan esa fuerza atractiva, se pegan y creen la eternidad.

Ella se da cuenta del control de su cabeza, que hace que esto sea solo ínfimo en la realidad. Lucha con su cuerpo para despegarse, pero éste no la deja. Mientras él se deja llevar sin pensar en la verdad, disfruta esos instantes, no amarrado, pero se deja estar.

Mientras el no percibe lo que pasa, no está amarrado, sino que adopta esta posición como suya, sin reflexionar demasiado, se deja llevar…

Hoy el contexto no importa, la dureza, la suciedad, el aire cálido no es más que un paisaje; la comodidad está en segundo plano y no es momento de plantearla.

Sin embargo ambos perciben lo efímero, que aun así, no los hace terminarlo antes. Luchan contra algo que saben sucederá, pero quizás hoy es el cuerpo el que mande.


maRadentro. 09


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¿Acaso el instante debe morir en el presente? ¿No lucharemos contra las fuerzas que condicionan el momento? Como una hoja que flota sobre la corriente nos dejamos llevar. Resignándonos, conformándonos con el devenir que no hemos elegido. Irremediable destino, maldito destino el que nos toca y nos envuelve con sus tentáculos que duelen y son al mismo tiempo irresistibles.
Los amantes que eran y no volverán a ser. La mujer convertida en madre carga consigo los más grandes pesares buscando con su mirada perdida un pequeño rayo de sol. El hombre convertido en hijo transporta su mente a mundos pasados y distantes mientras su mano juega con la tierra seca, podrida.
Entienden que jamás se entenderán. Que ese instante es tan suyo como mío. Un fragmento de vidas entrelazadas que no pertenecen a nadie y, sin embargo, es de todos.
Solo basta un cerrar de ojos y todo termina. Irrumpe la realidad como un gigante. Nos enceguece con su monstruoso esplendor.


Tapa con paciencia los claros en el cielo.
Llena nuestras manos de cemento.


Bc. 09


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La energía fluye, copiando los movimientos de una hoja bailarina ayudada por la brisa. Va, vuelve, gira, se posa, planea, repetidamente con una espontaneidad irrepetible, original, esperanzadora…Cae, y cruje. Muere.
Entre los hombres ese fantasma los acompaña a donde vayan, se entromete en sus encuentros, los sorprende y los decepciona. Ellos dependen de él, de su impronta. ¿Son prisioneros de él? ¿O la comodidad es más fuerte? La sumisión de todo hombre, responde a su incapacidad en el enfrentamiento, a su cobardía. ¿No pueden simplemente aceptar como amigo a ese fantasma, posarse en la hoja, para su finito viaje?
Hacer más pasajero el transitar en una vida tan corta, y creer en los retazos de cada uno que luego podrán crear todo un árbol. ¿Si una hormiga puede molestar a una mujer, no podrá un hombre molestar al mundo?
Entonces sí, todos crean una fantasía… ¿Para qué existen los cuentos? Se deja de lado la realidad, para frivolizar ese viaje, para mentirse y mentir, para dar todo por dado, para que la facilidad sea el primer sustantivo que represente al hombre.
Sin embargo hay que soñar. La calabaza nunca se convertirá en carroza, hay que soñar sobre la realidad.


Mujer M. 09




Foto: Federico Ortega Sanchez


miércoles, 3 de junio de 2009

La Línea


Siempre me siento en la tranquera a mirar, recorro con mis ojos el camino hasta toparme con el horizonte y me pregunto << ¿Qué hay más allá? >>. Hernández me dice que algún día vaya y me fije, pero me da miedo, (él sabe que no lo voy a hacer). Cuando algo toca el horizonte desaparece. Yo no quiero desaparecer.
Un día de viento por allí vino una señora. Estaba yo mirando la línea y de a poco veía su figura que se descubría paso a paso hasta que cuando salió del todo se agrandaba cada vez más. Sin darme cuenta la tenia a unos metros.
- ¿Qué hay más allá señora?
Se me quedó mirando un largo rato. Se hizo de noche y seguía mirándome como una estatua. Cuando pensé en volver a preguntarle me dijo:
- Lo que estas buscando. Y se fue.
<< ¿Qué buscaba yo? >>.
Le conté a Hernández y me dijo que estaba loco, que nadie había pasado del otro lado de la tranquera, pero no le creí del todo. Yo siempre le creo, porque él no dice mentiras y sabe todo lo que pasa de este lado de la tranquera, de nuestro lado.
A la noche siguiente soñé con la vieja, en su cara había muchas arrugas, de esas que se hacen con el sol. Entre cada pliegue de su piel había palabras. Después de un rato las leí, ahí me decía todo lo que buscaba.
Me despertó un calor sofocante, agarré mi mochila, entré al comedor y me robé el cuchillo más grande sin que la Clota se de cuenta, porque ella duerme ahí. Y seguía durmiendo cuando me robé el cuchillo. Hernández también dormía y gracias a mi durmió para siempre.
Me fui, allí donde está el horizonte dejando gotas de sangre que se hundían en la Tierra.

Texto y Foto: Bc. 06