a mi lulei..
El sol entraba por la ventana redonda de madera. El tipito de cartón soñaba conseguir una novia de lija que puliera las astillas de aquel temible ojo de buey. A esas horas de la tarde, con el efecto de la luz, esos piquitos de madera resaltaban de una manera desagradable.
Al tipito de cartón nunca le gustó eso de la luz, la sombra y los efectos de no sé qué.
- Eso de las longitudes de onda no me entra en mi mente acartonada. Decía cada vez que alguien admiraba un atardecer.
Después de varios años llego a la conclusión de que su odio hacia eso que todo el mundo admiraba era por las astillas de la ventana. Esas asquerosas y pinchosas cositas que le remitían a su pasado como decoración de un cuarto de una nena de pocos años.
Si volvemos el tiempo atrás podemos disfrutar de una historia completamente aburrida y sin sentido. Pequitas era una nena de seis años cuando estaba aprendiendo a usar las tijeras. La gente grande le daba papelitos y cartones con líneas punteadas que ella tenia que seguir con ese maravilloso instrumento que hace de algo, otra cosa. Pasaba largos momentos de su corta vida haciendo basura inservible que le brindaba un conocimiento motriz, que podríamos calificar también como inservible. Entre ese ir y venir filoso nació el tipito de cartón. No vale la pena describirlo. Es fácil imaginar un cartón cortado por una nena de seis años.
Pequitas, que pretendía ser Dios, no se conformó tan solo con haber creado una vida sino que también, se dio el lujo de ponerle un nombre, del cual no tenemos registro. La gente grande le preguntó:
-Pequitas, ¿Cómo se llama el hombrecito?
La respuesta inaudible, provocó risas de ternura y caras de entendimiento. Pero a decir verdad, nunca nadie la entendió. El nombre de este misterioso ser quedó en el penumbroso recuerdo de una niña con pecas.
En ese juego de poder divino, la niña decidió colgar a este nuevo personaje de una de las tantas astillas de la ventana redonda.
Volviendo el tiempo adelante. Nuestro ser de cartón quería una novia de lija para limar las asperezas del pasado.
Como es de suponer en una existencia tan idiota como la de un tipito marrón y mal cortado, la novia nunca apareció. Había llegado el momento que Pequitas aprenda a reciclar para hacer de este mundo uno mejor.
babia. 27.10.09