Viviendo con la parca en espejo,
doy un paso y ya no es mi sombra la que me sigue. Es ella, es la muerte, que me
acompaña a ritmo. Muevo un pie, ella mueve mi pie sombra. Ni un segundo más, ni
un segundo menos. Sabe siempre hacía donde voy. Anticipa todos mis movimientos.
Impresionante, ¿no?
Los primeros días me costó darme
cuenta del cambio, digamos que perder la sombra no es algo que uno espera que
pase. Tardé cinco días, tres horas y seis minutos en atreverme a mirarla. Tarde
otros cinco más en hablarle, le tiré una indirecta y no me respondió. Algo así
como “Hace frío ¿no?”.
Después resolví no prestarle atención haciéndome la
que: “si… mi sombra es la muerte ¿y qué?”. No era difícil disimularlo, ella
imitaba a mi sombra de una manera maravillosa. Me pasaba días enteros tratando
de confundirla pero era de una naturaleza infranqueable. Las horas, los días,
los meses fluían y yo jugaba a sorprender a la muerte, llegué a pensar que la
divertía, que éramos dos niños, dos niñas, dos seres entrelazados en un juego
eterno.
Pasaron tres años conviviendo con
mi no sombra. Me resultaba raro no sentir en ningún momento que yo iba a morir.
Seamos claros, es de conocimiento popular lo que pasa cuando aparece la muerte.
¿Acaso era mi sombra la que había muerto? ¿Acaso eso es posible?
Ya no me divertía intentar
confundir a la muerte, extrañaba a mi sombra, la quería de vuelta. Decidí entonces hablarle.
- Hola.
¿Todo bien?
- ……..
- Hello.
Bonjour? - Dije pensando que capaz la muerte no hablaba castellano. Si habla en
sanscrito estoy jodida – Basta, quiero a mi sombra de vuelta. ¡Decime dónde
está!
- ……..
- Me
caés mal.
Los días que siguieron después de
nuestra pelea fueron insoportables, era muy difícil evitarla, estaba ahí todo
el tiempo, imitando, falsificando movimientos que no le pertenecían.
Al cabo de unos meses volví a
intentarlo.
- Podrías
después de tantos años decirme que estás haciendo acá y que hiciste con mi
sombra…
- …….
- ¡Sos
parca eh!
Y la muerte rió. Su risa era
magnífica y yo, YO había hecho reír a la muerte.
Viviendo con la parca en espejo,
Doy un paso y ya no es mi sombra
la que me sigue.
Es ella… es la muerte.
babi, septiembre 2011