El Feca Literario
A palabras incoherentes oidos percicotecticos
lunes, 23 de junio de 2014
-guión-
viernes, 17 de mayo de 2013
jueves, 31 de mayo de 2012
Mi Sombra es la Muerte
domingo, 20 de febrero de 2011
Pelusa Roja
Los pensamientos la mantenían repitiendo esos movimientos una y otra vez.
Grande y pequeña. Pequeña y grande aquella simpática pelusita roja.
Más de un cuarto de hora observando los cambios morfológicos de los hilos, mientras su mente permanecía intacta.
Su cerebro hablaba mil idiomas. Uno solo se oía más claramente. La pena. La angustia, esa maldita angustia. Ese fuera de control. Esa pena que no tiene llanto. Esa para la cual las lágrimas son innecesarias. Esa pena que viene, permanece y luego queda el estupor, la inmovilidad mental que solo escucha miles de murmullos en idiomas irreconocibles y que grita pena. PENA. Esa que es tan potente que es parecida a la nada.
La pelusita se iba ennegreciendo poco a poco. Más de una hora había pasado. Un ruido exterior ahuyentaba la paz de la pena. Difícil era salir del trance. El despertador de la radio se había activado y sonaba de fondo la voz de Don Ata.
Cae lentamente al piso la pelusita. Vuelve bruscamente la realidad.
Ella lo mira, lo recuerda, toca su cuerpo y siente su calor. Deja caer sus párpados para sentir solamente. Y solo siente. No más idiomas, no más voces. Solo siente. Siente la temperatura, siente la música. Solo siente… solo siente.
Dicen que en una noche oscura un niño miraba por su ventana como una pequeña pelusita roja se dejaba llevar por el viento. Dicen que buscaba a su dueña. Dicen que la habían abandonado para siempre.
babi. 21.12.11 (00.02hs)
lunes, 20 de septiembre de 2010
Moscas
Caminaba sobre el pasto amarillo por el luto del deshielo. Cruzaba arroyos que volvían a renacer. Sentía como el Sol se reencontraba con la tierra y con mi cuerpo. Iba empujando la carreta intentando que no se voltee, uno de los cuerpos estaba mal colocado y me hacía contrapeso. Tenía que llegar rápido antes que las moscas se posen sobre mí. Las odio.
El mercado estaba atestado de gentes. La venta de cadáveres cada día se hacía más popular. Por todos lados habían carteles y voces que gritaban “¡Cuatro dedos por 5 chelines!”, “¡Vendo cabeza aria a buen precio!”, “¡Pies sin callos y de uñas pintadas por aquí!” que te quemaban la cabeza. Mi puesto era el anteúltimo. Sentía como mis hombros estaban por desprenderse, no podía parar se hacía tarde… esas malditas moscas. Las odio.
Hoy es un día importante, un buque de extranjeros viene al mercado y pagan muy bien. Me había vestido con mis mejores ropas, pero en el camino se me fueron llenando de todo tipo de mugre. Por fin llegué al puesto donde mi señora me esperaba con impaciencia. Colgamos los cuerpos. Buena mercadería había conseguido en el campo. Cuerpos de todo tipo. Hasta tenía una con siliconas, esa se vende seguro.
Escuchamos la bocina del puerto y acto seguido el chillido de las puertas de metal que se abrían para dar paso a la bandada de señores y señoras con dinero. Se mezclaron en la multitud rápidamente, los gritos se hacían cada vez más fuertes y esas malditas, endemoniadas moscas. Las odio.
Vendimos casi todo, nos quedaron tres dedos gordos del pie, uno meñique y un par de glúteos. Maravilloso día, salvo que mis brazos están por ceder y desprenderse del todo. Con el paso de los años de tanto llevar la carreta se me fueron despegando, ahora cuelgan de un hilo. Con la plata de hoy pienso arreglármelos antes de que se me caigan y mi mujer los venda, a ella también la odio. Es peor que esos insectos de Satanás. El vecino me dijo que la descuartice y la venda, es un rito muy popular por estos pagos, pero me da pena es muy idiota, no se merece ni la muerte.
La muy imbecil se gastó la plata en chucherías, no me alcanza para mis brazos. Mientras dormía se me terminó de salir el izquierdo, ahora no puedo ir a trabajar. No se como voy a salir de esta. Por ahora lo tengo pegado con cinta para que la estúpida de mi señora no lo ponga en la caja de las ofertas.
Hoy a la tarde se me salió el otro brazo, no me lo puedo pegar porque el otro no me funciona. Me da miedo decirle a mi mujer. Estoy seguro que los va a vender.
Me escapé, la pelotuda de mi señora me persiguió para robarme mis extremidades y me escapé. Estoy escondido en una cueva. No tengo en quien confiar. Realmente el negocio de los cuerpos es muy inhumano, todos se quieren sacar los ojos, en mi caso los brazos.
Me desperté después de haber pasado una noche horrible. Se me esta descosiendo todo el cuerpo, faltan muy pocas horas para que alguien me encuentre y me venda al mercado, espero que no me compre mi mujer.
Ya están llegando esas moscas horripilantes. Las odio, dios como las odio.
Me encontraron.
babi (19 de agosto de 2010)
martes, 7 de septiembre de 2010
Áltero Amor
Mire las nubes
y sólo eran nubes.
Volví a quebrar mi nuca,
encontré más nubes.
Ya no era ese el lugar,
vos ya no estarías ahí.
Estabas en el calor de la calle,
parecido y ajeno a mí.
Tenías un cuerpo,
grande, con pelos.
Un cuerpo que desee,
lo elegí, lo obtuve.
Estás al lado mío.
Ya el aire dejó de ser,
ahora sos tan real como hermoso.
Mujer M 10
domingo, 29 de agosto de 2010
Madre Revolución
La habitación resplandecía en blancos. La niña acariciaba suavemente la mano arrugada, blanda, suave y casi helada de la anciana. El contacto con esas manos, el recuerdo de esas manos antes tan cálidas, ahora tan frías, era de una ternura angustiante. Jamás la olvidaría.
Le hablaba en susurros para no despertarla. Le contaba las historias de la revolución para no dejarla dormir eternamente, las mismas que escuchaba de más pequeña. Paradójico era que los mismos cuentos una vez contados para dormir sean hoy contados para despertar. Inagotable deber de susurrar historias. Capaz si las hubiera contado de otro modo, si las hubiera gritado, si las hubiera cambiado, si hubiera inventado otras el final no sería tan obvio, tan evidente.
Los dedos dejaron de moverse al sentir que esa piel tan maravillosa se convertía en hielo. Pequeñas gotas tristes recorrían un camino ya conocido por el rostro de aquella niña. Los murmullos no cambiaron la verdad. Las gotas seguían brotando, como brota el agua del cielo. Aprendió que las memorias han de gritarse para despertar las mentes cansadas de tanta miseria.
Secó sus lágrimas, no había más tiempo para ellas, buscó su fusil olvidado, un lápiz, un cuaderno en blanco y abandonó la habitación para siempre.