La mujer en su cuerpo yacía perfectamente encastrada, recorría por su brazo el deseo de ya nunca desligarse, de sentir un roce incómodo y satisfactorio, mientras los momentos felices de su vida acontecían. Pero su plena conciencia la atormentaba, le imponía límites en su ya desesperanzadora utopía. Con desgano desechaba su ilusión, y volvía a sentir como en varios puntos de su espalda la tierra le picaba, las hormigas seguían laburando sin vislumbrar la molestia que a ella le significaban. Pero ella dejaba todo como estaba, poco tiempo faltaba para añorar con todo su pecho la tierra, las hormigas y la picazón. Su rostro permanecía inmóvil, un pensamiento lo perturbaba, su única parte alejada de la escena. Mostrando ser una MUJER, sus expresiones, cansaban su cara con las mismas bifurcaciones, comunicaban los mismos mensajes, y lo despreciaban a él mientras todo su cuerpo lo amaba.
En una influencia recíproca, ambos se encuentran conectados, en una pelea para modificar al otro. El egoísmo siempre aparece primero en toda escena, y la comprensión es anhelada en su ausencia. ¿Qué dolor es el mayor? ¿Hay un dolor mayor? ¿Quién o quiénes deberían entender? La escena se revierte por un segundo, pero esa imaginaria disposición es pasajera.
Él traía consigo un cuento, donde nada terrestre existía, donde el sol siempre era otoñal, el piso, la cama, y las compañías precisas.
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El viento los choca, y ellos se ensamblan, sus cuerpos se unen. No controlan esa fuerza atractiva, se pegan y creen la eternidad.
Ella se da cuenta del control de su cabeza, que hace que esto sea solo ínfimo en la realidad. Lucha con su cuerpo para despegarse, pero éste no la deja. Mientras él se deja llevar sin pensar en la verdad, disfruta esos instantes, no amarrado, pero se deja estar.
Mientras el no percibe lo que pasa, no está amarrado, sino que adopta esta posición como suya, sin reflexionar demasiado, se deja llevar…
Hoy el contexto no importa, la dureza, la suciedad, el aire cálido no es más que un paisaje; la comodidad está en segundo plano y no es momento de plantearla.
Sin embargo ambos perciben lo efímero, que aun así, no los hace terminarlo antes. Luchan contra algo que saben sucederá, pero quizás hoy es el cuerpo el que mande.
maRadentro. 09
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Los amantes que eran y no volverán a ser. La mujer convertida en madre carga consigo los más grandes pesares buscando con su mirada perdida un pequeño rayo de sol. El hombre convertido en hijo transporta su mente a mundos pasados y distantes mientras su mano juega con la tierra seca, podrida.
Entienden que jamás se entenderán. Que ese instante es tan suyo como mío. Un fragmento de vidas entrelazadas que no pertenecen a nadie y, sin embargo, es de todos.
Solo basta un cerrar de ojos y todo termina. Irrumpe la realidad como un gigante. Nos enceguece con su monstruoso esplendor.
Tapa con paciencia los claros en el cielo.
Llena nuestras manos de cemento.
Bc. 09
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Entre los hombres ese fantasma los acompaña a donde vayan, se entromete en sus encuentros, los sorprende y los decepciona. Ellos dependen de él, de su impronta. ¿Son prisioneros de él? ¿O la comodidad es más fuerte? La sumisión de todo hombre, responde a su incapacidad en el enfrentamiento, a su cobardía. ¿No pueden simplemente aceptar como amigo a ese fantasma, posarse en la hoja, para su finito viaje?
Hacer más pasajero el transitar en una vida tan corta, y creer en los retazos de cada uno que luego podrán crear todo un árbol. ¿Si una hormiga puede molestar a una mujer, no podrá un hombre molestar al mundo?
Entonces sí, todos crean una fantasía… ¿Para qué existen los cuentos? Se deja de lado la realidad, para frivolizar ese viaje, para mentirse y mentir, para dar todo por dado, para que la facilidad sea el primer sustantivo que represente al hombre.
Sin embargo hay que soñar. La calabaza nunca se convertirá en carroza, hay que soñar sobre la realidad.
Mujer M. 09
Foto: Federico Ortega Sanchez